Expectativas y del Afecto en el aprendizaje

Los factores no intelectivos (motivación, expectativas y afecto) son fuerzas energizantes que impregnan todas nuestras acciones. Son formas peculiares de reaccionar y enfrentarnos a situaciones de aprendizaje, son la levadura que transforma tanto la masa de las enseñanzas que pueda transmitir un profesor como los aprendizajes que pueda hacer un alumno, y tienen gran importancia en el desarrollo de su personalidad.

Es interesante que los educadores tengamos siempre presente la relación entre estos factores no-intelectivos y los procesos de aprendizaje.

Los investigadores, durante mucho tiempo, relacionaron los factores motivacionales-afectivos con la realización cognitiva o capacidad intelectual, usando un enfoque estático y casual, en vez de transaccional y dinámico.

Por supuesto, hay una estrecha conexión entre la relación afectiva profesor-alumno, las expectativas positivas y los rendimientos académicos.

Aunque los casos particulares y las estadísticas son elocuentes en todo el mundo, conviene recordar dos experimentos sumamente reveladores acerca del afecto y las expectativas y sobre cómo éstos influyen en el rendimiento académico.

El pedagogo Ellis Page realizó un interesante estudio sobre el afecto. Dividió a su clase en tres grupos: A, B y C.

A cada monografía que le presentaba el grupo A, le ponía sólo una calificación.

Al grupo B, Page le ponía la calificación y una palabra, por ejemplo: ‘bueno’, ‘excelente’, ‘buen trabajo’.

A los del grupo C le escribía unas líneas alusivas al texto: ‘Querido Johnny: Tienes una sintaxis espantosa, una gramática atroz, una ortografía espeluznante. Y tu puntuación es como la de James Joyce. ¿Pero sabes una cosa ? Anoche, cuando estaba sentado en la cama conversando con mi mujer, le dije: “Sally, este muchacho ha expresado unas ideas bellísimas en esta monografía. Voy a tratar de ayudarlo a desarrollarlas”. Con afecto, tu profesor’.
Y si alguien escribía algo muy bueno, le ponía: ‘Gracias. Tus ideas me resultan alucinantes, excelentes. Sigue así. Tengo muchas ganas de saber qué vas a decir luego’. Después, realizó una estadística.


El grupo A permaneció igual. El B no mejoró demasiado, pero en cambio el C creció y se desarrolló.

Otro experimento notable es el que realizó un grupo de investigadores de Harvard, que se presentó ante un grupo de maestros y profesores y le anticipó: ‘Ahora vamos a entrar en su clase y les daremos a los alumnos el Test de Harvard de los Esfuerzos Intelectuales. Con esta prueba determinaremos quiénes crecerán intelectualmente durante el año. Los seleccionaremos. Jamás fallan. Piensen qué gran ayuda será’.

Al terminar de recogerlas las arrojaron al cesto de los papeles furtivamente. Luego eligieron cinco nombres al azar, del listado, y le dijeron a la maestra: ‘Estos chicos van a adelantar notablemente este semestre: Juanita Rodríguez...’

‘Juanita Rodríguez no podía adelantar ni aunque se lo propusiera’, los contradijo la maestra.

‘No importa. El Test de Harvard de los Esfuerzos Intelectuales jamás falla’, repusieron los personajes.

¿Y sabe qué sucedió? Todos los nombres que ellos seleccionaron mejoraron increíblemente, lo que demuestra que, la mayoría de las veces, uno obtiene lo que espera conseguir, razonablemente, tanto de uno/a mismo/a como de los demás.

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